¡Buenas! ¿Qué tal la Semana Santa? Aunque el tiempo no
haya acompañado en estos días, espero que hayáis sido capaces de disfrutar de
esos ratos con la familia y amigos y hayáis podido recargar pilas y coger
fuerzas para volver al trabajo.
Estando de vacaciones tuve una conversación que me
pareció muy interesante. La persona con la que estaba hablando me comentó
que de vez en cuando se empezaba a encontrar muy mal, que sin que ocurriese
nada en concreto y mientras estaba realizando tareas cotidianas, se empezaba a
sentir nerviosa y tenía pensamientos negativos y catastrofistas de que iba a
pasarle algo malo (que se iba a desmayar, le iba a dar un ataque al corazón, iba
a volverse loca o, incluso, que podría morirse). Esto iba acompañado de
sentimientos de terror, palpitaciones, mareos, náuseas, opresión o malestar en
el pecho… y, en sus casos más graves, de una sensación de ahogo o falta de
aliento. Todos estos síntomas aparecían bruscamente, aparentemente de la nada,
y suelen alcanzar su máxima expresión en los primeros 10 minutos. Otro detalle
importante fue que, cuando le pregunté qué estaba ocurriendo cuando empezó a
sentir todos esos síntomas, que por qué sentía ansiedad, me contestó que nada;
que lo que realmente le daba miedo era volver a tener otro ataque, sentir que
va a volverse loca o a perder el control, que algo muy malo puede pasarle si le
da otra crisis.
Pues bien, esto que describimos aquí, es lo que llamamos ataque de pánico o crisis de angustia. A algunas personas les da una vez y, al no darle
mayor importancia y atribuirlo a una pesadilla o que se han puesto nerviosos;
no va más allá. Sin embargo, la persona que después de pasar una crisis se
queda preocupada por ella y con ese temor de volver a experimentar una o con temor a las
propias sensaciones internas, puede ocasionar que, el mero hecho de sentir ansiedad,
le produzca más ansiedad; es decir, siente
miedo a la ansiedad, miedo al miedo; y es entonces cuando consideramos que
la persona padece un trastorno de pánico.
Ahora bien, ¿a qué
se deben las sensaciones que tememos en el pánico?
De forma automática y adaptativa, nuestro cerebro se pone
en marcha cuando percibe un peligro y activa el sistema de alarma responsable
de provocar diferentes cambios fisiológicos con los que tu organismo se prepara
para afrontar el peligro.
Por ejemplo, al aumentar la frecuencia cardiaca y la fuerza
de los latidos del corazón, tus músculos disponen de más sangre y se eliminan
mejor las toxinas, resultando más fácil huir o atacar; o hiperventilamos,
respirando más cantidad de aire y más deprisa, preparando al cuerpo también
para la lucha y la huida; entre otras.
Las personas que sufren ataques de pánico de manera
frecuente sienten mucho malestar y acaban evitando diferentes situaciones
porque temen que se desencadene otra crisis. Cuando se comienza a evitar ir a lugares donde se puede producir otra crisis y no hay posibilidad de ayuda, decimos que la persona sufre trastorno de pánico con agorafobia.
Las personas que sufren ataques de pánico están dentro de un círculo
vicioso que hace que los síntomas de ansiedad se incrementen debido a la
interpretación catastrofista de dichos síntomas y a la activación automática de
la reacción de alarma del organismo. Esto hace que sintamos síntomas más
intensos que, a su vez, interpretamos de forma aún más catastrófica; y así
sucesivamente.
Si te reconoces en este post, es importante que busques
ayuda de un profesional que te enseñe a manejar estas situaciones. Desde el
Gabinete de psicología y logopedia de CES Educa estaremos encantados de
ayudarte.
¡Buena semana!
Laura Alonso
Rodríguez
Psicóloga colegiada
M-28753